LAS GREGUERÍAS DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA
A lo largo de su vida, Ramón elaboró más de 10.000 greguerías, cuya temática y funcionamiento sería muy complejo de sistematizar aquí. Muchas de ellas tienen una clara base visual: “En la Edad Media había dentistas de almenas; “Las pirámides hacen jorobado al desierto”; “El cocodrilo en una maleta que viaja por su cuenta”. En otros casos, la conexión se basa en una relación sensorial de otro tipo, por ejemplo, la auditiva: “Al cerrar una puerta le cogemos los dedos al silencio.”; “Al oír al sirena parece que el barco se suena la nariz”. Incluso, una conexión olfativa: “Hay que inventar la manera de lavar los pies a los quesos”.
A veces encontramos una simple asociación de ideas o conceptos y en las que ese efecto sorpresa de la greguería puede encerrar una mayor carga de lirismo o reflexión más profunda: “Cuando una estrella cae, es que le ha corrido un punto a la media del cielo”; “El día en que se descubra un beso fósil se sabrá si existió el amor en la época cuaternaria”; “Al jardinero le horroriza el otoño porque se le descose todo el jardín”; “El esqueleto es el traje de torero de la muerte”; “Lo mejor de las estatuas yacentes es que no tienen que hacerse la cama todos los días”. Incluso encontramos greguerías donde se juega con conceptos contradictorios: “Lo más importante de la vida es no haber muerto”. O reflexiones ilógicas: “Cuando el domingo caiga en lunes, la vida habrá perdido la cabeza”.
Como lingüista, querría destacar algunas greguerías sobre las letras. En la mayor parte de los casos, tienen una clara base visual. A continuación les muestro una selección de algunas de las más conocidas:
La A es una tienda de los apaches
La B es el ama de cría del alfabeto.
La b es un caracol trepando por la pared
La C es una galletita mordida.
La D mayúscula de cada domingo es siempre diferente.
La F es el grifo del alfabeto.
La F es la llave inglesa del abecedario
La i es el dedo meñique del alfabeto.
La k es una letra con bastón
La L parece largar un puntapié a la letra que lleva al lado.
La ñ es la n con bigote.
La ñ es una n diciendo adiós.
La ñ es una n con bisoñé.
La ñ es una letra que frunce el ceño
La O es la I después de comer.
La O es el bostezo del alfabeto.
La Q es un gato que perdió la cabeza.
La q es la p que vuelve del paseo.
La S es el anzuelo del abecedario.
La T es el martillo del abecedario.
La T está pidiendo hilos de telégrafo.
La U es la herradura del alfabeto.
La ü con diéresis: dos íes siamesas.
La ü con diéresis es la letra malabarista del abecedario.
La ü es una u atacada por las moscas.
La X es la silla plegable del alfabeto.
La W es la M haciendo la vertical.
La Z es un siete que oye misa.
Para concluir, querría sugerir a los estudiantes que elaboraran sus propias greguerías y las enviaran al Boletín. El entorno de Vermont (las vacas, los mosquitos, las montañas…), la vida cotidiana en el programa (los helados, el tofu, nuestros laberínticos dormitorios…) o la lengua española y la cultura hispánica (el subjuntivo, D. Quijote, la salsa, un abanico, el flamenco, un sombrero mexicano, Carmen Miranda, un cuadro de Picasso…) podrían ser la base de muchas de ellas. ¿Se atreverían a proponernos sus propias greguerías? Anímense.
Acabaré con una de Gómez de la Serna, muy adecuada para estas fechas veraniegas:
“Para evitar el calor, los termómetros del verano deberían colocarse al revés
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